miércoles, 16 de noviembre de 2011

La vuelta de la soberanía, por Pacho O’Donnell (para “Miradas al Sur” de noviembre de 2010)


El Combate de la Vuelta de Obligado es la expresión a cañonazos de un conflicto que recorre la historia argentina: la disputa entre las ambiciones de las dirigencias vendepatrias asociadas con las potencias exteriores del momento, enfrentadas con los intereses de los sectores populares que encontraron la fuerza de su expresión con Rosas, Yrigoyen, Perón y los Kirchner (P. O’D.)
El combate de la Vuelta de Obligado es, junto al Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas de nuestra Patria. Una gesta victoriosa en defensa de nuestra soberanía que puso a prueba exitosamente el coraje y el patriotismo de argentinas y argentinos, lamentablemente silenciada por la historiografía liberal escrita por la oligarquía porteñista, antipopular y europeizante, vencedora de nuestras guerras civiles del siglo XIX.
Corría 1845. Las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. El pretexto fue una causa “humanitaria”: terminar con el gobierno supuestamente tiránico de Rosas, que los desafiaba poniendo trabas al libre comercio con medidas aduaneras que protegían a los productos nacionales, y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de los capitales extranjeros.
Los reales motivos de la “intervención en el Río de la Plata”, como la llamaron los europeos, fueron de índole económica. Deseaban expandir sus mercados a favor del invento de los barcos de guerra a vapor que les permitían internarse en los ríos interiores sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Dichas intenciones eran denunciadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.
Otro objetivo de la gigantesca armada era desnivelar el conflicto armado entre la Argentina y la Banda Oriental (hoy República del Uruguay) a favor de ésta, que los franceses consideraban entonces protectorado propio. También independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la “República de la Mesopotamia”, que empequeñecería y debilitaría a la Argentina y haría del Paraná un río internacional de navegación libre.
Los invasores contaron con el antipatriótico apoyo de argentinos enemigos de la Confederación rosista, que se identificaban como “unitarios”, muchos de ellos emigrados en Montevideo. Fueron ellos los que, vencedores del federalismo popular, escribieron nuestra historia oficial, lo que explica que la epopeya de Obligado haya sido ominosamente ignorada hasta nuestros días.
Ingleses y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus entrenados marineros y soldados, y su modernísimo armamento bastarían para doblegar a nuestros antepasados como acababa de suceder con China. Pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente.
Encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa. Su estrategia fue la siguiente: dado que se trataba de una operación comercial encubierta, el objetivo era provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente.
Mansilla emplazó cuatro baterías en el lugar conocido como Vuelta de Obligado, donde el río se angosta y describe una curva que dificulta la navegación. Allí, nuestros heroicos antepasados tendieron tres gruesas cadenas sostenidas sobre barcazas y de esa manera lograron que durante el tiempo que tardaron en cortarlas, los enemigos sufrieran numerosas bajas en soldados y marineros y devastadores daños en sus barcos de guerra y en los mercantes. El calvario de las armadas europeas y los convoyes mercantes que las seguían continuó durante el viaje de ida y de regreso, siendo ferozmente atacadas desde las baterías de Quebracho, de Tonelero, de San Lorenzo y, otra vez, desde Obligado.
Lucio N. Mansilla se puso valientemente al frente de sus tropas para rechazar el desembarco de los enemigos y resultó gravemente herido.
La estrategia fijada por Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias de la época finalmente se vieron obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina y cumpliendo con la cláusula que imponía a ambas armadas, al abandonar el río de la Plata, disparar veintiún cañonazos de homenaje y desagravio al pabellón nacional.
Desde su destierro en Francia, don José de San Martín, henchido de orgulloso patriotismo, escribió a su amigo Tomás Guido el 10 de mayo de 1846: “Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca” y más adelante felicitaría al Restaurador: “La batalla de Obligado es una segunda guerra de la Independencia”. Y al morir le legó su sable libertador.

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lunes, 17 de octubre de 2011

Hoy como ayer, un polémico 17 de octubre , por Adrián Corbella (para “Diario24” de Tucumán del 17-10-11)


 17 de Octubre de 2011 18:46
“¡Cuántas polémicas!, ¡Cuántas antinomias!... cuanta sangre derramada en defensa de ideas y convicciones.” Por Adrián Carlos Corbella.


17 de Octubre de 1945…

¡Cuántas polémicas!, ¡Cuántas antinomias!... cuanta sangre derramada en defensa de ideas y convicciones…

Es una de esas fechas nodales, eje, que marcan una divisora de aguas, que marcan un cambio de época.

Sectores invisibilizados, puestos entre paréntesis por la cultura hegemónica, que rompen todos sus diques de contención y emergen a la superficie.
Una paciente labor de europeización y descriollización de la sociedad, que venía desarrollándose desde hacía más de un siglo, con íconos como Rivadavia, Sarmiento, Mitre o Roca, que estalla en mil pedazos, y da paso a esa realidad sumergida que muchos preferían omitir.
Y, cuando esa realidad emerge, genera incomprensión, estupor, alienación, odio… La gente “decente” que no entiende de dónde salieron esas masas oscuras y sudorosas, ese “aluvión zoológico” tan desagradable; gente decente y “civilizada” que se eriza y comienza a descubrir el salvaje que llevaba adentro, y comete actos que parecían estar completamente fuera de su agenda...
Reacciones de alienación ante la realidad, de alienación ante la propia identidad negada que prefiere ocultarse, taparse, olvidarse…

¿Se acuerdan de aquella vieja figura literaria, Dorian Gray?... Un hombre que no envejecía, pero que tenía escondido en un lugar secreto de su casa un retrato de si mismo que envejecía por él, que lo mostraba tal como era…
Para nuestra clase dominante, el 17 de Octubre fue una experiencia traumática, semejante a lo que hubiera significado para Dorian Gray enfrentarse en público con su retrato… Vieron una cara de sí mismos que no podían aceptar ver, vieron un oscuro y odiado secreto salir a la luz pública… Los odiaron y se odiaron a la vez…Y quisieron destruir esa realidad que los incomodaba, que les mostraba lo endeble y artificial del elaborado edificio cultural que habían construido…

Y, como siempre nos pasa, al ver hasta que punto nuestra cultura dominante puede alienarse respecto a su propia sociedad, como puede considerar como criaturas incomprensibles y peligrosas a sus propios ciudadanos, comprendemos mejor algunas realidades del hoy, que son herederas del ayer.

Elegí para este aniversario citar algunos breves fragmentos de distintos autores (1), desde distintas posturas ideológicas, pero que reflejan lo mismo : cuántos sectores manifestaron –en ese momentos y también muchísimo después- una absoluta incomprensión ante lo que estaba pasando…
Adrián Corbella, 16 de octubre de 2010.

ALGUNOS CURIOSOS TESTIMONIOS DE CONTEMPORÁNEOS :

“Entraba el número anterior en prensa cuando, desde Avellaneda, salían en dirección a la Capital las primeras bandas armadas del peronismo, obedeciendo a un plan de acción dirigido por el coronel y sus asesores nazis. El plan se reveló en toda su audacia el día 17. Las bandas armadas del peronismo entraban en acción para sembrar la confusión y el terror en la población desprevenida, con el propósito de crear el clima favorable para un nuevo golpe sorpresivo al gobierno (…) El peronismo logró engañar a algunos sectores de la clase obrera, pequeños por cierto, en especial a jóvenes y mujeres recientemente incorporados a la producción y del interior, a quines no había llegado la prédica democrática por la represión del movimiento obrero y popular. Esos sectores engañados de la clase obrera fueron en realidad dirigidos por el malevaje peronista que, repitiendo escenas dignas de la época de Rosas, y remedando lo ocurrido en los orígenes del fascismo en Italia y Alemania, demostró lo que era arrojándose contra los hogares, contra el pudor y la honestidad, contra la decencia, contra la cultura…”

De Orientación, órgano oficial del Partido Comunista Argentino, publicado el 24 de octubre de 1945.



“Ayer, cuando se tomó la resolución de declarar la huelga general, en principio, en la reunión de la Comisión Administrativa, yo dije que la huelga sería hecha en defensa de las conquistas obreras y contra la oligarquía que había ganado una posición de privilegio en el gobierno, situación confesada por los propios funcionarios. Los diarios entregados al capital y a la oligarquía aplauden las palabras del nuevo Secretario de Trabajo y Previsión y eso sólo ya es un índice para nosotros, porque hasta hace muy pocos días esos mismos diarios se caracterizaban por su violenta oposición a la obra que cumplía la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ayer analizamos extensamente el problema antes de de tomar la resolución que ustedes conocen, y ahora nuevamente se arguye que no hay razones para declarar la huelga general y que no puede ser motivo el pedido de libertad del coronel Perón. Yo pregunto, ¿Y la negativa de los patrones a pagar el 12 de octubre y otorgar las vacaciones ? ¿Y la información que dan los diarios sobre los posibles integrantes del gabinete nacional, conspicuos miembros de la oligarquía todos ellos ? ¿ Y la prisión del coronel Perón ? Porque pese a todo lo que se diga, el coronel está preso. ¿Y la detención del coronel Mercante?. Dentro de poco seguiremos nosotros el mismo camino, pues no debemos olvidar que si Ávalos se proclama amigo de Perón, Vernengo Lima es enemigo acérrimo de aquel y de nosotros ; y a mi juicio tiene más influencia en el gobierno Vernengo Lima que nadie, porque cuenta con el apoyo del capital y de la oligarquía (…) . En concreto, la situación sería ésta : Ávalos está con Perón y Vernengo Lima está contra Perón. Me parece entonces que nuestra actitud va a reforzar la posición del primero y tendrá como consecuencia inmediata la libertad de Perón y el aseguramiento de todas nuestras conquistas. Tenemos que aprovechar este momento excepcionalmente favorable para nosotros, pues si no, habremos perdido la lucha por muchos años”.

Libertario Ferrari, del sindicato de empleados del Estado.
Ferrari era un hombre cercano a integrantes de FORJA, como Arturo Jauretche.


EL DEBATE ENTRE LOS HISTORIADORES :

“Un conato de revolución militar obligó a Perón a retirarse transitoriamente del poder y permitió la cuidadosa organización de su retorno a la vida pública en condiciones excepcionales que demostraban el trasfondo de su política y de sus planes. Con la colaboración desembozada de fuertes grupos militares y de la policía, se organizó el 17 de octubre de 1945 una marcha sobre Buenos Aires para exigir la ‘libertad’ de Perón. El movimiento tenía –en gran escala- la misma estructura interna de otros que anteriormente había organizado la policía para otorgar algo de calor popular a los actos de gobierno de la revolución de 1943 ; pero era inequívoco que ahora existía también un movimiento espontáneo de masas populares para las cuales el nombre de Perón se había transformado en bandera de un movimiento social”.

José Luis Romero, Las ideas políticas en la Argentina, Buenos Aires, 1981.



“No hay nada en nuestra historia que se parezca a lo del 17 de octubre (…) Porque lo más singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana que era expresión auténtica de una nueva realidad nacional. Y eso es lo que le resultó más chocante a esta Buenos Aires orgullosa de su rostro europeo : reconocer en esa horda desaforada que tenía el color de la tierra, una caricatura vergonzosa de su propia imagen. Caras, voces, coros, tonos desconocidos : la ciudad los vio con la misma aprensión con que vería a los marcianos desembarcando en nuestro planeta. Argentinos periféricos, ignorados, omitidos, apenas presumidos, que de súbito aparecieron en el centro mismo de la urbe para imponerse arrolladoramente. Por eso lo del 17 de octubre no provocó el rechazo que provoca una fracción política partidista frente a otra : fue un rechazo instintivo, visceral, por parte de quienes miraban desde las veredas el paso de las turbulentas columnas. Empezaba la mañana cuando comenzaron a llegar rotundos, desafiantes, caminando o en vehículos que habían tomado alegremente por asalto y cuyos costados repetían hasta el hartazgo el nombre de Perón en tiza, cal y carbón. A medida que avanzaban, las cortinas de los negocios se bajaban abruptamente como tableteo de ametralladoras. Nadie los conducía, todos eran capitanes.”

Félix Luna, El 45, Buenos Aires, 1982.



“La burocracia estatal (coronel Mercante y su séquito de Trabajo y Previsión), el ejército y la policía (coroneles Velazco, Pistarini), curas, políticos burgueses y aventureros (Bramuglia, Eva Duarte de Perón, Benítez) y burócratas sindicales inspirados por la Iglesia y manipulados por Trabaho y Previsión (Cipriano Reyes) deciden apelar a la huelga general. (…) La clase obrera –en particular donde mayor es la densidad de trabajadores provenientes del Interior- responde y sale a la calle. Desde luego que no salen a la fuerza ; salen por su propia voluntad, porque quieren a Perón y van a gritar su nombre, en Plaza de Mayo, sin que nadie los obligue o los fuerce a ello. En este sentido es indudable que la movilización del 17 de octubre fue espontánea ; en el sentido de que los obreros salieron a la calle por su propia voluntad, sin que se ejerciera coerción sobre ellos ; con tanta espontaneidad, en fin, como salen para ir a la cancha de futbol o al cine. Pero si cada obrero actuó espontáneamente, la clase obrera como clase no se movilizó espontáneamente ni fue esa una movilización autónoma (…). El ejército, la policía y la Iglesia junto con los políticos peronistas , movían los hilos y amenazaban con desatar la furia de las masas que aguardaban en la Plaza de Mayo. Pero lo cierto es que las masas no daban indicio alguno de estar furiosas, y su único gesto contrario al orden burgués y a las buenas costumbres consistió en refrescar sus pies en la Plaza de Mayo.”

Milcíades Peña, Industrialización y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires, 1986



“Pero los trabajadores ya no consintieron una nueva vergüenza : todo el país quedó paralizado por una huelga general y las multitudes marchan hacia Plaza de Mayo donde exigen la libertad de Perón y su vuelta al poder (…). El fenómeno estaba fuera de la capacidad de percepción de la mentalidad política tradicional. Se le buscaron muchas explicaciones, todas falsas. La conclusión fue que lo de la Plaza de Mayo no habría sido una gigantesca manifestación del pueblo, sino una cita de los más bajo de la sociedad, de la oscura fuerza de la anarquía y la desintegración (…) El partido mayoritario, la UCR, aclaró que se trataba de un acto ´ reparado por la Policía Federal y la Secretaría de Trabajo y Previsión, convertida en una gran maquinaria fascista ´ . El Partido Comunista lo caracterizó así : ´… se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la ciudad no representaban ninguna clase de la sociedad argentina. Era el malevaje reclutado por la policía y la Secretaría de Trabajo para amedrentar a la población ´. En cuanto a los socialistas, le dedicaron joyas de su desopilante literatura, hablando de ´ ignorancia, indigencia más mental que física, fuerzas de resentimiento ´, etc.”.

John William Cooke, Peronismo crítico, Buenos Aires, 1973.



“El hecho de que la CGT declarara la huelga general para el 18 de octubre y que la movilización obrera se produjera el 17 ha contribuido a alimentar, desde entonces, la sospecha, cuando no la acusación, de que el sindicalismo estuvo a la retaguardia de los acontecimientos y, en el mejor de los casos, se limitó a refrendar una situación consumada. Nos parece que el significado de esa discrepancia de 24 horas es más compleja. Sin duda, que los trabajadores hayan tomado las calles un día antes prueba que la central obrera no estuvo entre los principales instigadores de la movilización. Pero concluir de aquí que los aparatos sindicales no jugaron un papel, nada de la reconstrucción que hemos hecho lo confirma. La CGT no era entonces, es preciso recordar, la entidad representativa que sería más tarde ; por lo que su falencia no debe ser vista como si entrañara la del conjunto de las organizaciones obreras. Hemos indicado ya que la preparación y la canalización de la movilización obrera estuvo a cargo de varios sindicatos, federados y autónomos, que actuaron en la emergencia como dirección alternativa de la CGT. Dicho esto, la relevancia de la declaración de la huelga general por la central obrera no debe ser tampoco subestimada. En esa hora crítica, ella sirvió para comunicar a los sindicatos que estaban en estado de alerta desde el 15, y a los trabajadores en general que formaban parte de un vasto movimiento colectivo, dándoles así el impulso para pasar a la acción, en la confianza de que contaban con el respaldo de las organizaciones sindicales más poderosas. “

Juan Carlos Torre, El 17 de octubre de 1945, Buenos Aires, Ariel, 1995.



(1) Todos los fragmentos han sido tomados de : María F. Alonso, Roberto Elisalde, Enrique Vázquez : La Argentina del siglo XX, AIQUE, Buenos Aires, 1997. Pags.77-78-79.

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martes, 11 de octubre de 2011

CINCO SIGLOS DESPUÉS DEL GENOCIDIO , por Adrián Corbella (para "Nos Comunicamos" y "Diario24" 11-10-11)



El 11 de octubre de 1492 los habitantes de un enorme continente de nuestro planeta vivían su último día de aislamiento ; alguno con más espíritu poético que yo quizás dijera “de soledad”. Pero no creo que esa sea la palabra adecuada. A veces, es mejor estar solo que mal acompañado…
Los pueblos de este continente, al que la etnia kuna llamaba Abya Yala, habían llegado desde la lejana Asia varios miles de años antes. Cambios climáticos en el globo terráqueo los aislaron de ese megacontinente que integran Europa, Asia y África, que están unidos por tierra.
Los pueblos de este continente, el continente desde el que escribo, desarrollaron muchísimas culturas, muy diversas. Tribus y clanes, Imperios y ciudades-estado, nómades y sedentarios, belicosos y pacíficos… había de todo.
No eran ni buenos ni malos, eran sólo seres humanos como los que habitaban los demás continentes. Algunos se relacionaron entre sí, alternando guerras y comercio, conquistas y migraciones. Otros jamás se conocieron, jamás entraron en contacto.
El prolongado aislamiento en relación a otros continentes los llevó a un desarrollo muy peculiar, con una fuerte identidad, pues no podían, como hacían los pueblos de Asia, África y Europa, copiarse unos de otros.
Como no había caballos ni camellos no se dieron en este continente fenómenos como el de los hunos y mongoles, o tantos otros pueblos de las estepas eurasiáticas, que unían con sus invasiones culturas muy distantes, como las de Europa y China.
Tampoco surgieron grandes pueblos dedicados a la navegación marítima, como fueron en el Viejo Mundo los griegos o los fenicios, que llevaban de aquí para allá productos, ideas y técnicas. Nuestros grandes navegantes fueron pueblos fluviales, como los inquietos guaraníes, que se extendieron por toda la cuenca del Plata.
Y si bien algunos alcanzaron un desarrollo cultural muy importante, y nos vienen a la mente enseguida los nombres de Incas, mayas y aztecas, y otros de éstos pueblos vivían de una manera muy simple, la mayoría no estaban preparados para resistir lo que llegó a partir del 12 de octubre de 1492.
Los europeos, españoles primero y otros grupos después, traían armas casi mágicas, que generaban fuego, humo y mucho ruido, barcos magníficos, extraños animales que transportaban a gran velocidad a los guerreros, armaduras de metales duros y brillantes, y perros entrenados para atacar. Además estos recién llegados (¿Serían dioses?) eran muy hábiles para dividir a los pueblos locales y enfrentarlos unos con otros.
Y, a la vez que algunos pueblos de este continente comenzaban a ser derrotados , extrañas enfermedades atacaban sin piedad a los habitantes de Abya Yala. Enfermedades que los invasores no contraían.
Bastaron cien años para que medio continente quedara en manos de los recién llegados. Sólo lograron evitarlos los pobladores de hábitats que complicaban a los invasores : llanuras interminables, selvas o bosques impenetrables, páramos helados. En estas zonas las culturas locales se mantuvieron, y muchas se fueron transformando por influjo indirecto de los conquistadores : aprendieron a montar esos extraños animales, y , eventualmente, a manejar las mágicas armas.
Para los demás pueblos, para los que habitaban la mitad conquistada del continente, fue como el fin del mundo.
Derrotados, despojados y casi esclavizados se vieron en manos de unos conquistadores que además les imponían su lengua, su religión, sus costumbres. Conquistadores que trajeron nuevas plantas y animales, así como más trabajadores, a los que también trataban mal, de un lugar lejano y misterioso.
Se había concretado un genocidio ; habían muerto decenas de millones de personas ; etnias enteras habían desaparecido, junto con sus lenguas, religiones, costumbres, conocimientos ; ni el hábitat se mantenía igual.
De las cenizas de esta hecatombe, nacía un Nuevo Mundo.
Nosotros, americanos del siglo XXI, somos hijos, herederos de ese genocidio. Genocidio que dio origen verdaderamente a un Nuevo Mundo, en el que americanos, europeos y africanos se mezclaron profundamente.
Porque aquí ya no hay europeos “puros”, ya no hay americanos “puros” , ya no hay africanos “puros”. Nos hemos mezclado étnica y/o culturalmente. Somos un Nuevo Mundo mestizo.
Incluso nosotros, los argentinos, que hicimos tantos esfuerzos por transformarnos en europeos, por renunciar a ese pasado criollo, africano y americano que avergonzaba a nuestros intelectuales liberales o positivistas, tenemos por bebida nacional al mate (que nos heredaron los guaraníes), y por música nacional al tango (con influjos diversos, incluso africanos)…
Debemos saber quienes somos. Y, como continente mestizo, debemos aprender a respetar y valorar tanto las diferencias como las coincidencias.
La mayoría de los continentes son sólo líneas trazadas arbitrariamente en un mapa… ¿Qué es un asiático?... ¿Qué une a un árabe con un japonés, a un hindú con un chukchi siberiano, a un armenio con un vietnamita?... Absolutamente nada.
En cambio, y pese a nuestras a veces enormes diferencias, si podemos encontrar grandes similitudes entre un argentino y un mexicano, entre un chileno y un brasileño, entre un uruguayo y un cubano…
Mañana (el 12 de octubre) se cumple un nuevo aniversario del que fue posiblemente el mayor genocidio de la historia de la humanidad.
La conquista fue como un gran tsunami que arrasó un continente, transformándolo de una forma irreversible. Somos lo que quedó cuando el agua se replegó.
Recordaremos ese genocidio con tristeza.
Y trataremos de construir un “Nuevo Mundo” que sepa respetar y valorar a todos.

Adrián Carlos Corbella

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lunes, 10 de octubre de 2011

DIANA LENTON : "EL ESTADO SE CONSTRUYÓ SOBRE UN GENOCIDIO", reportaje de Darío Aranda para "Página 12" del 10-10-11.



LA ANTROPOLOGA DIANA LENTON, A PROPOSITO DE UN NUEVO 12 DE OCTUBRE


Integrante de la Red de Investigaciones en Genocidio y doctora en Antropología, Diana Lenton aporta pruebas del genocidio de los pueblos originarios. Campos de concentración, asesinatos masivos, fusilamientos y niños robados. Roca, el papel del Estado, la sociedad y los intelectuales.
 Por Darío Aranda
–¿Por qué afirma que el Estado argentino se funda sobre un genocidio?
–El Estado moderno constituye una forma de entender las relaciones entre Estado y sociedad, y construye todo un modo político de accionar, una normativa, instituciones que se fundan en el mismo momento que se realiza el genocidio. Y no lo relacionamos sólo porque es contemporáneo al genocidio sino porque esa estructura de Estado requirió que no hubiera más diversidad interna en el Estado. Se anulan los tratados con los indígenas, el Estado se garantizó que no iban a interferir en la constitución de ese Estado. Es lo que se llama genocidio constituyente, son genocidios que dan origen a un Estado.
–Existen sectores que aún niegan que haya sido un genocidio. ¿Qué pruebas dan cuenta de que sí lo fue?
–Las ciencias sociales no tienen un concepto analítico acabado. Desde el campo jurídico internacional sí, lo provee Naciones Unidades en 1948 para juzgar los crímenes del nazismo. Esa definición habla de distintos elementos. Es genocidio cuando se puede establecer la intencionalidad de destruir a un pueblo. Otra característica es impedir la reproducción de ese grupo y también el robo de niños, cuando son secuestrados y entregados a familias de grupos dominantes, y se les reemplaza los nombres, porque así se atenta contra la continuidad de ese pueblo porque se le roba la memoria.
–¿Qué hechos concretos hubo?
–Matanza de población civil. Algunos tienen la imagen de batallas al estilo romántico de un ejército contra otro. La característica de la campaña de Roca es que está principalmente dirigida a la población civil. Las memorias del comandante Prado dicen claramente que el ataque a las tolderías es para caerles encima a las mujeres y niños que quedaron cuando los hombres no estaban. Estaba planificado así para llevarse el botín, sobre todo el ganado, y las familias porque ésa era la operación que iba a llevar a los indios a rendirse. Son operaciones contra la población civil, donde mueren mujeres y niños, o eran enviados como mano de obra esclava para el trabajo doméstico urbano o para la agroindustria, caña de azúcar y viñedos. También se cumplen otros elementos de genocidio, el someter a la población a condiciones que acarreen daño en su subsistencia, que pueda provocar enfermedad o muerte, y eso implicaron los traslados de la población sometida a campos de concentración.
–Ustedes dan cuenta de que el diario La Nación lo llamó crímenes de lesa humanidad.
–Mitre decía que lo que hacía Rudecindo Roca, hermano de Julio Argentino, eran crímenes de lesa humanidad porque se fusilaban prisioneros desarmados y se tomaban prisioneros a mujeres y niños. Para un sector del espectro político no era lo correcto, incluso Mitre, que no era nene de pecho, que tuvo responsabilidad en la guerra del Paraguay con episodios espantosos, sin embargo estaba asombrado, no criticaba que se hiciera la Campaña, sí cuestiona que un gobierno estuviera minando su propia legitimidad al desoír lo que eran avances de la civilización.
–También hubo campos de concentración.
–Hubo campos de concentración en Valcheta, Martín García, Chichinales, Rincón del Medio, Malargüe, entre otros. Son todos lugares donde se encierran a las personas prisioneras sin destino fijo. La autoridad militar era la dueña de la vida y muerte de ellos. La idea era de depósito porque iban a ser distribuidos. Eran prisioneros y esclavos. Se recibían pedidos de Tucumán, ingenios, de Misiones, estancias. Llegaban como familias y se los separaba. Hay pruebas de la violencia, cartas entre curas y arzobispos. Había muerte por las condiciones a las que estaban sometidos, ahí está también el genocidio. Y también había suicidios por el trauma social al que estaban sometidos. Los padres sabían que les quitaban a sus hijos, lo veían y decidían matarse. O mujeres que se tiraban al agua con sus hijos. En Valcheta hay documentos donde se describe que no se les daba alimentos y morían de hambre.
–¿Qué documentos existen?
–Existe mucha documentación oficial para discutir la historia impuesta. Los archivos oficiales, Archivo General de la Nación, la Armada, los archivos de las provincias. Y archivos privados de personas, de militares que han escrito cartas. También documentos de la Iglesia: de ahí surgen datos de cientos de chicos destinados a Jujuy y Tucumán. Quedan claras las edades de servicio doméstico, chicos desde los 2 o 3 años y hasta los 8. Los adultos que eran destinados al cañaveral y morían con sus familias, eso también es parte del genocidio.
–¿Hay cifras?
–El Poder Ejecutivo decía para 1879 que se habían trasladado 10 mil prisioneros de lo que era la frontera, se estaba recién en la zona norte de Patagonia, para trabajar hacia el Norte y Mendoza, industrias, servicios doméstico y Martín García. Para 1883, un informe oficial ya dice que son 20 mil. En el Chaco son cifras mucho mayores.
–¿Por qué la campaña militar al Norte no es tan conocida?
–No ha habido una manera sistemática de presentar la historia y menos la historia de los pueblos indígenas. Nos han legado imágenes, hemos aprendido que el Estado o territorio actual se completa con Roca, y él estuvo en el Sur.
–Suele justificarse la violencia con que “hay que situarse en la época”, como si fueran normales esas campañas militares.
–Algunos senadores como Aristóbulo del Valle, quizá la voz más clara contra la Campaña, preguntaban cuáles habían sido los resultados de la campaña al Sur y se decía que esos territorios no están incorporados al trabajo. Era el momento que se estaba rifando territorio, como dijeron en esa época observadores militares, no era para los pioneros ni para los agricultores, como se había prometido, sino para latifundistas. Aristóbulo del Valle denunciaba que el hombre había sido esclavizado, la mujer prostituida, los niños utilizados para el trabajo esclavo. No había, decía, ni avance económico ni cívico. Incluso hubo oposición de sectores de las elites.
–Igual se realiza.
–Se hace y es un fracaso desde el punto de vista militar. Hacia 1884 lo que consigue el general Victorica, que estaba al frente como ministro de Guerra, es derrotar a los principales jefes, pero no consigue ocupar el territorio. Eso recién pasará hacia 1911. No consigue ocupar porque el Chaco estaba mucho más densamente poblado por pueblos indígenas y con una variedad de pueblos, de lenguas y culturas distintas.
–¿Fue igual de cruenta que la del Sur?
–Sí, no sólo fue igual sino que esa operativa de secuestrar chicos, atacar mujeres, se extendió hasta avanzado el siglo XX; aun hoy todas las comunidades tienen recuerdos de los chicos robados por el Ejército.
–¿Cifras?
–No las tenemos, estamos trabajando, pero las víctimas superan ampliamente las cifras de la Patagonia. Y hay otros sectores del país donde tampoco se sabe mucho.
–¿Por ejemplo?
–Cuyo y la Puna. Estamos comenzando a trabajar lo que fue la Campaña a la Puna, que se conoció como Campaña al Susques, que se da por terminada en 1874, con la batalla de Quera. Aparentemente lo que más hubo fueron fusilamientos masivos que acabaron con la resistencia, lo que se llamó la Pacificación de la Puna, fusilamientos masivos durante 1874 y 1875.
–En Cuyo hubo campos de concentración...
–Sí, por la campaña al sur de Mendoza y norte de Neuquén, donde tomaron gran cantidad de familias prisioneras, que fueron utilizadas en la industrias de la vendimia en lo que hoy es Malargüe. La persona que más sabe es Diego Escolar, que vive allá, tiene muy documentado y cuantificado no sólo los prisioneros sino también la cantidad de chicos que eran enviados solos a la vendimia para trabajar para siempre, no iban y venían.
–¿Roca es sólo un símbolo o el responsable?
–Roca fue responsable del genocidio. Tuvo posibilidades de otro tipo de política. Hay pruebas de que él se informó con un enviado de su confianza en Estados Unidos para ver cómo funcionaban las reservas. Y estudió también a los franceses en Argelia. Decidió el modelo francés porque decía que el modelo de reservas era muy costoso. Hubo campañas militares anteriores, pero la de Roca fue la más sistemática y que tuvo un objetivo más declaradamente genocida. Hay declaraciones de Roca sobre destruir hasta el último indígena. Su discurso de asunción de la presidencia festeja que no cruza un solo indio la pampa.
–Es conocida la postura de los intelectuales de la derecha sobre Roca y los pueblos originarios. ¿Y la mirada de los intelectuales de izquierda o progresistas?
–Hay cierto progresismo que se construyó sobre el paradigma que dio lugar al genocidio y a una noción de la Argentina sin indígenas. A gran parte de los intelectuales no les importan los pueblos originarios. Se ha construido una idea de progresismo que puede ignorar a los pueblos originarios como si no existieran y tenemos una izquierda que ha ignorado las luchas indígenas, por eso todo es mucho más difícil.
–¿Por qué el genocidio sigue pareciendo algo sólo de la dictadura y no también algo que afectó a los pueblos originarios?
–Porque cuesta a gran parte de los argentinos considerar la historia de los pueblos indígenas como parte de la historia argentina. Tiene directa relación con asumir si es algo que les pasó y pasa a los argentinos o les pasó y pasa a otros.
–El juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, le agrega el factor de la clase social afectada.
–Sin duda tiene que ver la clase social víctima, pero sobre todo hay una mirada racista dentro de lo que es el sentido común argentino. La sociedad argentina es racista respecto de los pueblos originarios. Se piensa que lo que sucede con otras personas no es tan importante, por eso hay dolores que no nos conmueven y otros que sí. Para mucha gente un campo de concentración se define como tal cuando ahí adentro hay gente que se parece a mí, si no, no es un campo de concentración.
–¿De ahí la negación del genocidio?
–Tenemos un paradigma donde la palabra “genocidio” se puede aplicar cuando a mí me importa, cuando mi grupo de pertenencia es el afectado. Y la mayor parte de la intelectualidad, de la gente que construye teoría y construye consenso social en estas situaciones, compartimos un sistema cultural de pertenencia. Hasta tanto no podamos siquiera entender el dolor de los otros y sentirlo como el propio, no hay interculturalidad posible. No hay forma de dialogar.
–¿Interpreta continuidades de las campañas militares a fines del siglo XIX y la situación actual de muerte por desnutrición en Chaco, Misiones y Salta, o por represión en Formosa?
–Los pueblos originarios son víctimas de un genocidio que aún no terminó. Por eso como Red hablamos de que en la Argentina existe un proceso genocida de los pueblos indígenas porque no le podemos encontrar la fecha de finalización. No sólo el Estado se construye sobre un genocidio sino que también nuestro marco de pensamiento se construye sobre el genocidio, de tal manera que no hemos salido aún de él. El genocidio realizado por el nazismo tiene fecha de finalización. El fin de la guerra, el suicidio de Hitler, los tribunales de Nuremberg. El genocidio de la dictadura tuvo una Conadep, juicios. El genocidio indígena no tiene fecha de finalización y no hay juicios.
–No existió un “Nunca más” para los pueblos originarios.
–No hubo fecha de finalización. No hay ni hubo una instancia de reparación. ¿Cuál sería la instancia autorizada si queremos hacer juicios? Porque el Estado es el mismo Estado genocida. La única manera para poder realizar algo similar a los juicios de la dictadura es que también esté integrado por pueblos originarios.
–¿Lo cree posible?
–Hoy en día hay un movimiento importante de pueblos originarios que no había hace diez años, y en algún momento se va a dar. No puede ser la misma sociedad genocida la que lleve la acusación; lo que sí puede hacer la misma sociedad genocida es movilizar la posibilidad de generar un cambio interno.
–¿Por qué “sociedad genocida”?
–Porque hay procesos que se siguen produciendo. Si bien hay una apertura muy importante para la inclusión de los derechos específicos de los pueblos indígenas dentro de los derechos humanos, la actitud del Estado hoy en día no es la misma que se tenía hace diez años, hay un cambio positivo. Pero cuando esos derechos reconocidos de los pueblos originarios confrontan contra intereses económicos, ya sea del Estado o de particulares, siempre se atenta contra los pueblos originarios.
–¿Por ejemplo?
–El Estado sustenta buena parte de su modelo en actividades como la soja, el petróleo y la minería, entonces el derecho indígena se cae. El mismo Estado que habilita a los pueblos originarios a hacer determinados reclamos por otro lado los hace callar con la violencia que sea necesaria cuando está en juego una actividad económica que el Gobierno impulsa.
–¿Cómo se entiende esa contradicción?
–Por eso digo que la sociedad no terminó aún de ser genocida con los pueblos originarios. Porque frente a estos dos parámetros en conflicto automáticamente le da la razón al paradigma económico.
–¿La sociedad o el Gobierno?
–Van uno con el otro, es un ida y vuelta. El paradigma económico es el que se constituyó junto con el Estado y hoy se desarrolla la continuidad de ese paradigma. Si bien hay espacios de apertura interesantes, cuando confrontan paradigmas el que sale ganador es el paradigma racista, donde tenés derecho a decir lo que quieras, pero si tenés petróleo en tu comunidad el organismo que decide no es el INAI, el Inadi, ni una oficina de interculturalidad, sino la Secretaría de Energía. Y punto, no hay discusión posible.
–Es la economía...
–Cuando lo que está en juego son intereses económicos, siempre se atenta contra los derechos indígenas, con leyes que debieran respetarse.
–Las campañas militares tuvieron una matriz económica, una decisión política y una complicidad o al menos una indiferencia de la sociedad. ¿Observa paralelos?
–Es muy similar. ¿Cómo se definió el avance económico a fines del siglo XIX? Se decidió por la apertura de nuevos terrenos para la explotación intensiva junto con nuevas tecnologías que tenían que ver con el manejo de la ganadería, alambrados, nuevas técnicas que acompañaban la inclusión de territorios para el mercado exportador. Y ahora estamos viviendo lo mismo, la soja es exactamente eso. La nueva tecnología y la incorporación de nuevos territorios que antes estaban libres, donde había comunidades que podían vivir.
–El petróleo y la minería repiten la misma lógica.
–Lo están padeciendo, entre otros, los mapuches en zona de meseta. Cuando las comunidades se habían establecido en la meseta, ese lugar no era objetivo de explotación; ahora sí. Hoy sufren un acoso tremendo e ilegítimo de parte de mineras y petroleras.
–Hay un argumento legitimador que se repite: el progreso.
–Sí, hoy es el desarrollo, como una utopía de la sociedad occidental, pero el problema es que se establecen como si fueran características que pudieran tener sólo la sociedad occidental y los otros no, y que además son a costa del vivir de los otros. El problema de este concepto de desarrollo o progreso, hoy encarnada en la política económica extractiva, es que se les da una entidad más importante que la vida y la dignidad humanas. El desarrollo es importante, pero, ¿es tan importante como para avalar que el avance petrolero, minero y sojero ocasione contaminación y muerte? Y, no es casual, siempre ese “progreso” es a costa del “otro”, nunca es a costa del grupo de pertenencia dominante.
–Usted afirma que el genocidio aún no tiene fecha de finalización, mientras los pueblos originarios se organizan y luchan.
–Sin dudas, hoy han ganado visibilidad como nunca antes y tiene directa relación con la organización y los conflictos que enfrentan en los territorios. Por eso siento mucho respeto por los dirigentes e intelectuales indígenas, sé que hay diferencias como en cualquier espectro político, pero tengo un gran respeto porque tienen que tener mucha decisión y coraje, ya que están haciendo un trabajo de concientización, de educación política a todo el resto de la sociedad. Ser dirigente indígena sigue siendo profesión de riesgo, sobre todo en algunos provincias, porque es muy probable que vayas preso o te maten por defender el territorio. Nunca hay que olvidar que son pueblos que sufrieron un genocidio, pero se mantienen vivos.

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lunes, 12 de septiembre de 2011

Edad Media

Feudalismo. Campesinado. Pierre Bonassie. “Del esclavismo al feudalismo en Europa occidental”
Cap. 4 Los campesinos del Reino Franco en tiempos de Hugo Capeto y de Roberto el Piadoso.
 
Hasta la llegada de las sociedades industriales modernas, la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura y el principal problema a resolver era la producción de alimentos y su apropiación por los diversos grupos sociales. 
La Europa medieval también dedicaba la mayor parte de su fuerza de trabajo a la producción rural a cargo de los campesinos que  vivían en aldeas.
Sin embargo es dificil para los historiadores reconstruir la vida en las aldeas rurales porque era una cultura oral y sometida a las clases dominantes.
En este texto, Pierre Bonassie, un historiador frances hace una investigación de las condiciones de vida del campesinado en Francia, alrededor del año 1000, en el siglo de mayor auge del llamado Feudalismo clásico.


Hablar del campesinado en tiempos de H. Capeto y de R. el Piadoso, es hablar por lo menos de las nueve décimas partes de la población del reino.
Todos sabían que existía un rey, pero ¿qué imagen tenían de él, y cuántos de ellos conocían realmente su nombre? Nunca lo sabremos.
Las  fuentes narrativas se ocupan muy poco de la suerte del campesinado, por el que los cronistas y los letrados casi siempre sienten hostilidad y desprecio. Las crónicas solo hablan de campesinos en situaciones muy especiales, como las hambres catastróficas de 1005 y 1031, o la insurrección en los campos normandos en 996-997.
Las fuentes no nos dan una sola imagen del campesinado, sino varias y muy distintas. Nos lo presentan a veces como una masa débil de cuerpo y espíritu o en cambio como una clase social dinámica y conquistadora. Voy a respetar esos contrastes, porque creo que reflejan bastante bien la realidad.
1)Un campesinado miserable y sometido
Recordemos la famosa definición de Jan Dhondt: “el hombre carolingio es un hambriento que vive en los bosques”.
Es un hambre obsesiva que algunos años alcanza las cimas de la atrocidad. Citaremos algunos ejemplos: (año 1005-1006) “En aquel tiempo se declaró un hambre muy fuerte, de manera que ninguna región se vio libre de falta de alimentos; en elpueblo muchos murieron , consumidos por alimentarse, no solo la carne de los animales inmundos y los reptiles, sino también la de los hombres, las mujeres y los niños” (R. Glaber, Historia, III)
(años 1031-1032) “este año hubo un hambre tal en Galia que en algunos lugares los unos se abstenían a duras penas de la carne de los otros” (Calendario de la catedral de Auxerre, nota al margen).
Valdría la pena leer estos relatos enteros y comentarlos. Nos limitaremos a constatar aquí que cita muchos casos más de canibalismo.
2)Cultura campesina
Nunca sabremos grandes cosas de la cultura campesina del año mil, pero se puede asegurar que existió y reivindicó una identidad. Encontramos algunos ejemplos en dos relatos contenidos en un libro de milagros de Santa Fe. En ambos casos a una multitud de peregrinos les es negada la entrada a la iglesia y ellos, a la caída de la noche se instalan en el exterior. Pero se produce un milagro: las puertas de la iglesia se abren solas y por deseo santo los campesinos entran en el edificio sagrado. ¿Por qué se les habría prohibido el acceso? Por que los aldeanos cuando se les permitía entrar, perturbaban la solemnidad de las vigilias sagradas cantando canciones incultas que para los monjes creaban un ruido insoportable. No se puede expresar con más claridad la oposición entre dos culturas, la sabia y la popular, y la total incomprensión entre los representantes de una y otra.
3)Un campesinado dinámico
La cultura campesina es más que canciones, implica un saber nacido de la experiencia y del trabajo.  En este caso el problema es diferenciar cuales innovaciones técnicas de la Alta Edad Media se debieron a las órdenes de los grandes propietarios y cuales a la experiencia del campesinado.
La experiencia campesina incluye un conocimiento cada vez mas preciso de los suelos, los más duros y los más frágiles, una experimentación con nuevos sistemas de tiro, el aprendizaje de la alternancia de cultivos, desarrollo de los sistemas de riego. Incluso los mayores avances como el del arado de vertedera deben atribuirse a este conocimiento campesino.
Sean cual fueren sus ritmos, estas mejoras técnicas influyeron, al menos en parte en las primeras manifestaciones de crecimiento agrario, que con toda seguridad se dan en 950.
¿Cuáles fueron las causas de este crecimiento, la presión de la aristocracia que buscaba mayores ganancias, o la lucha de los pobres por la supervivencia? Es razonable pensar que la angustia del hambre llevó al campesino a producir mejor (perfeccionando sus técnicas) y más (roturando sueles que estaban sin cultivar). Las nuevas roturaciones son llevadas a cabo por pequeños tenentes que año tras año ensanchan sus tierras desbrozando los alrededores o crean nuevas parcelas  quemando unos cuantos árboles.
Alrededor del año mil ya se empieza a notar una disminución de las grandes hambrunas. Pasado el primer tercio del siglo XI, los campos de Francia se encaminan hacia un relativo equilibrio alimentario. Se anuncian tiempos mejores.
4)¿Campesinado rebelde o sometido?
En torno al año mil la situación es clara. El peso de la servidumbre tiende a disminuir hasta desaparecer. En muchas regiones del reino la situación jurídica de los campesinos es la de la libertad.
Por otro lado los esfuerzos de los campesinos por mejorar la producción empiezan a dar sus frutos luego de décadas de esfuerzos. La producción empieza a crecer. Los campesinos obtienen dos ventajas, una relativa independencia y una mejora en las condiciones de vida.
Para que estas condiciones se hagan realidad los campesinos deben obtener garantías frente a la arbitrariedad y el poder de los señores y la seguridad de que el fruto de su trabajo no será confiscado. Ninguna de estas condiciones se cumple.
Los reyes no prestan protección a los campesinos, no hay gestos de Hugo Capeto ni de Roberto el piadoso en ese sentido. Tampoco de los príncipes territoriales, que solo responden con el silencio o la hostilidad.
En cuanto a los señores más próximos, están en camino de convertirse en los dueños del poder de ban
Los castillos que proliferan en esta época son las bases para las guerras privadas entre linajes que asolan los campos. Los campesinos sufren esta violencia, pero además el sistema de castillos es el principal instrumento de sometimiento del campesinado al poder de los señores.
Esta situación tiene dos aspectos fundamentales: por un lado la sumisión de los antiguos hombres libres al poder señorial en materia de justicia y por otro lado la imposición de nuevas cargas o tributos, muy caros que en principio no tienen fundamento jurídico pero que con la costumbre se convertirán en el poder de Ban. (un poder que habilitaba a los señores a cobrar impuestos y exigir retribuciones en sus tierras, por el uso de molinos, puentes, caminos, mercados, y además daba a los señores la capacidad de impartir justicia y aplicar castigos.)
Sólo algunos integrantes de la Iglesia intentan una defensa de los campesinos, pero no representan a todo el clero y además sufren la oposición de la aristocracia feudal.


Rebeliones
Los sacerdotes que integran este movimiento de paz tienen éxito entre los campesinos, que se reúnen en asambleas en los territorios todavía libres, que no son propiedad de ningún señor.
En estos tiempos, en el siglo XI se producen movimientos de resistencia campesina que se manifiestan de forma variada.
Un testimonio son las “canciones rústicas”, por ejemplo:
“Los obispos desnudos sólo tendrían que seguir sin fin el arado/ cantando, con la aguijada en la mano , el canto de nuestros primeros padres”
“Cuando Adán cavaba y Eva hilaba/ ¿Dónde estaba el caballero?”
“Somos hombres como ellos/tenemos tantos miembros como ellos/y el mismo gran corazón tenemos…”
Otro tipo de protesta es la “herejía”. Un aldeano de Vertus, no contento con romper los crucifijos de las iglesias, incita a sus compatriotas a que no paguen el diezmo. Planteamientos muy parecidos circulan por Rouergue y zonas cercanas en los años 1010 y 1020.
Un último ejemplo es una movilización campesina en Berry, que se pone en marcha, dirigida por el arzobispo Aimon, y a pesar de estar casi desarmada se lanza al asalto de los castillos.
Represión
Todos estos movimientos campesinos terminan en un desastre.
En Normandía los rebeldes no pueden hacer frente al ejército de caballeros enviado contra ellos por el duque Ricardo, bajo el mando de Raoul, conde de Evreux. Éste captura a todos los delegados de las asambleas clandestinas y hace que les corten las manos y los pies a modo de ejemplo.
En Berry la batalla acaba en una carnicería, cientos de campesinos acorralados en el río mueren pisoteados o ahogados, mientras otros son pasados a cuchillo por los caballeros.
De hecho, ya en el año mil, la relación de fuerzas entre una aristocracia dedicada exclusivamente a la guerra, entrenada y equipada en consecuencia, y un campesinado cada vez más desarmado, es demasiado desigual para que estos intentos de resistencia tengan la menor posibilidad de éxito.
Estas represiones abren una nueva época de sometimiento de los campesinos que habían conquistado cierta libertad. En efecto desde los años 1020-1030, se advierte que el poder sobre los hombres, se transforma en posesión de los hombres.
De una servidumbre a otra: así podría resumirse esquemáticamente la historia del campesinado durante los reinados de Hugo Capeto y de Roberto el Piadoso.  Sin embargo esta situación no afecta a toda la clase social campesina, pero está marcando el surgimiento de esta nueva aristocracia feudal, representada por el poder y la riqueza de los señores del ban.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Restaurar a Sarmiento, por Hernán Brienza (para “Tiempo Argentino” del 11-09-11)

Llevar adelante una batalla cultural incluye, obviamente, dar una discusión sobre el pasado común. Significa barajar de nuevo las cartas de la memoria colectiva, volver a debatir hitos, momentos nodales, encrucijadas, vísperas, causas y consecuencias y también responsabilidades por parte de los protagonistas de la historia. Un movimiento hegemónico –dicho esto en términos descriptivos y no bajo el influjo de un ataque de pánico opositor– debe ofrecer también una mirada política sobre la historia y reformular el panteón de héroes y de instantes fundacionales. Se trata de construir operaciones histórico-culturales que permitan tomar un hecho del pasado, reelaborarlo, resignificarlo y vivificarlo, y que nos sirva de metáfora para interpelar e interpretar el presente.

El yrigoyenismo lo hizo con el federalismo rosista, el peronismo asumió cierto costado de la tradición federal-yrigoyenista, la Revolución Libertadora se vio a sí misma como la continuación de la campaña de 1840 de Juan Galo de Lavalle, la Juventud Peronista llevó al paroxismo esa operación con el puente directo que trazaron con las montoneras del siglo XIX y la dictadura militar, claro, se identificó con el brutal proceso de organización nacional que llevó adelante Bartolomé Mitre y sus coroneles orientales que sembraron el terror en las provincias disidentes. Raúl Alfonsín hizo lo propio con la fundación de la democracia y la sanción de la Constitución de 1853 –con su elaboración del “patriotismo constitucionalista”– y Carlos Menem inició su campaña como Facundo Quiroga y la terminó como Julio Argentino Roca.

El Bicentenario fue la gran operación histórico-cultural del kirchnerismo. Allí quedó plasmada con claridad su mirada sobre el pasado común de los argentinos. Y esa presentación concluyó con el homenaje a Juan Manuel de Rosas en la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre pasado. Los más distraídos podrán creer que detrás de la necesaria reparación histórica de la figura del “Restaurador de las Leyes” y, sobre todo, de los héroes que en aquellas barrancas retuvieron a la mayor armada del mundo, se encuentra el “viejo revisionismo agazapado”. Pero estarían equivocados.

El “revisionismo histórico” nace como una respuesta a las grandes operaciones culturales del liberalismo conservador. Tiene un primer estadio de corte nacionalista reaccionario y ve a Rosas como un paladín del orden, de la paz de las estancias, del retorno de lo hispano. El segundo momento del revisionismo está ligado a la experiencia popular del forjismo y el primer peronismo. En este momento, Rosas es revitalizado no sólo por su condición de “estanciero”, sino fundamentalmente como un símbolo de la soberanía política y la independencia económica, dos valores fundamentales para la concepción peronista del Estado y las relaciones internacionales. Es en esta etapa en que se incluye el ingreso de los caudillos federales al panteón de los héroes. La historia se vuelve plebeya y los protagonistas comienzan a ser los “pueblos”, antes que los líderes individuales.

Un tercer estadio es la inclusión del marxismo con sus herramientas de análisis para interpretar el pasado histórico. Los sectores sociales, las luchas de clases, los movimientos y las representaciones del bajo pueblo y sus líderes y representaciones forman parte de los estudios realizados entre finales de los años cincuenta y setenta. El fin de siglo y la crisis de 2001 convocaron a la sociedad a pensarse a sí misma nuevamente y a reflexionar sobre su pasado reciente, pero también sobre toda su historia. Y surgió lo que se denomina, no sin cierta imprecisión, el “neo-revisionismo histórico”, es decir una nueva mirada política sobre la historia. Ha crecido tanto esa corriente que, actualmente, se organizó en torno al incipiente Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, cuyo presidente es Mario ‘Pacho’ O’Donnell, y en el que participamos Araceli Bellota, Felipe Pigna, Eduardo Rosa, Eduardo Anguita, Roberto Caballero, Víctor Ramos, Pablo Vázquez y yo, entre otros.

Si uno debiera operacionalizar la categoría “revisionismo” tendría que prestar atención a algunos valores de ciertas variables: a) una concepción nacionalista del pasado, ya sea esencialista, culturalista, territorial o económico, b) Preocupación por la conducta individual respecto de infidelidades económicas y actos de corrupción, c) una mayor cercanía a la experiencia federal con sus vaivenes respecto de Rosas y los caudillos, d) estudio de la incidencia de las potencias mundiales en las políticas criollas, e) responsabilidad de las elites oligárquicas sobre el estado del país, y f) una tenaz persistencia en el estudio por los sectores subalternos de la economía, lo político y lo social.

Hoy es 11 de septiembre y se festeja, en todo el país, el Día del Maestro, en conmemoración de un nuevo aniversario del día de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, uno de los protagonistas de la organización nacional más controvertidos para el revisionismo histórico y el pensamiento nacional. Sarmiento es, sin dudas, el más progresista de los liberales. Y al mismo tiempo es el más brutal de los liberales. Es imposible no estremecerse ante las barbaridades que “el padre del aula” dice en sus escritos y sus discursos contra negros, gauchos, indios, judíos, italianos, españoles. También es imposible dejar de sentir pavura ante las atrocidades cometidas por sus subordinados en su campaña contra el Chacho Ángel Peñaloza en La Rioja, por ejemplo. Todos recordamos el consejo del sanjuanino de “no ahorrar sangre de gaucho” porque sólo sirve de “abono para la tierra”.

La historiografía oficial sigue considerando a Sarmiento un prócer inmaculado y excusa sus brutalidades aduciendo que era “el clima de época”. Creo que las circunstancias explican, pero no exculpan. Y bajo el latiguillo de “clima de época” se puede justificar, tanto a Sarmiento como a Rosas, como a Videla. Pero creo que el revisionismo tiene que dar un salto de calidad –Araceli Bellota me hizo comprender esto respecto del autor del Facundo– y complejizar los períodos y los personajes históricos. Sarmiento no es el “gran educador” o el “intelectual de la barbarie civilizada aplicada”. Quizás haya que asumir la conjunción copulativa. Sarmiento es una cosa y la otra. Es un fabuloso escritor y un matador de gauchos, un educador y un putañero, un hombre de fe en el progreso y un “tilingo” admirador de Europa hasta 1847, y de Estados Unidos luego.

Pero es, por sobre todas la cosas, uno de los pocos miembros de esa clase dirigente conocida como la oligarquía conservadora –quizás porque no pertenecía a ese sector social– que llevó adelante, en términos de Norbert Elías, un “hito civilizatorio” como es su obra educativa. ¿Por qué es civilizatorio? No lo es porque educó a millones de argentinos, sino porque supuso un compromiso por parte de una dirigencia de refrenar su interés particular, natural, primario, en función de un bien social. Sarmiento obligó a su clase a renunciar a su interés pecuniario para beneficiar a las mayorías.

Me gustan los personajes diagonales, contradictorios, que tienden lazos entre paralelas aparentemente irreconciliables. Eso fueron Mariano Moreno, Manuel Dorrego, Juan Bautista Alberdi, Sarmiento, Leandro Alem, el mismo Perón, incluso. Y si uno lo analiza con cierta profundidad –el presente siempre nubla la posibilidad de un análisis certero– quizás la actual presidenta de la Nación sea una política que tienda diagonales –perdón por la metáfora futbolera– entre el movimiento nacional y popular y el liberalismo republicano.

He leído y reflexionado mucho sobre Sarmiento en estos meses. Partí del prejuicio y logré adentrarme en la complejidad de un personaje desmesurado y exuberante, americano, más americano de lo que él mismo se reconocía. Hoy creo que el revisionismo histórico, y el pensamiento nacional, popular, progresista, democrático, debe –perdón por la descortesía de la prescripción– volver a mirar a Sarmiento. Y debe agarrarlo de las solapas. No para hacerlo “propio”. Pero sí para que no se lleve a su panteón el liberalismo conservador y lo convierta en algo que ni siquiera el propio autor de Argirópolis permitiría. Quizás sea tiempo de que sobre Sarmiento se realice un fino y preciso trabajo de restauración –como si se tratara de un fresco antiguo– por parte del revisionismo histórico.


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martes, 6 de septiembre de 2011

El golpe petrolero del año 1930, por Eduardo Anguita (para “El Argentino” del 06-09-11)

Uriburu, el dictador al que los liberales denostaron siempre por nacionalista, sumó como vicepresidente al estanciero Enrique Santamaría, accionista de la empresa privada Astra, ligada a la Standard Oil.

Fogoneó el editor de diarios preferido de los sectores vanguardistas; hizo de escriba el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores; estuvo al frente el militar descendiente de bravos guerreros de la Patria; y, por supuesto, la bendición cardenalicia, la acordada de la Corte Suprema y la traición de los propios radicales. No se trató sólo del fascismo, esos virus europeos que mostraban las limitaciones de las recetas liberales y la tristeza de un continente que había masacrado 10 millones de habitantes en aquella llamada “Gran Guerra”, como si hubiera una épica del gas mostaza para masacrar a los campesinos llevados a las trincheras. Pero, de lo que no se habla suficiente es que fue un golpe de la Standard Oil. Una vez más, para entender la historia del siglo pasado en la Argentina, hay que bucear en las palancas del poder económico.

El salteño José Félix Uriburu tenía colgadas muchas medallitas por encima de su suculenta barriga que no provenían de ningún frente de batalla. Era, sí, hombre de linaje. Chozno del bravo Álvarez de Arenales por parte de madre y, por parte de padre, nieto de Evaristo, gobernador de Salta, e hijo de José Evaristo, presidente del voto cantado. El golpista le encargó días antes el texto de una proclama vibrante a Leopoldo Lugones y el autor de El Santo de la Espada le entregó un borrador que el general corrigió hasta en detalles. El orgullo literario de Lugones, pudo menos que su devoción al golpe y emprolijó, adocenado, las tildes del naciente dictador. En recompensa a tanto rastreo, su hijo Polo quedaría a cargo de la policía tiempo después. La excitación del patriciado por ver a los camiones con cadetes de bayoneta calada por las calles porteñas no hubiera sido posible sin la bendición del diario Crítica. Su dueño, Natalio Botana, era un cínico de mucho cuidado.

Actuaba más por resentimiento que por convicción. Botana, siempre amparado por artistas e intelectuales, despreciaba a la chusma. Se dio el gusto de festejar su cumpleaños 42 el mismo día en que Uriburu firmaba como presidente ante el escribano general de gobierno. Había espadas en el Salón Blanco, también había cruces. Los purpurados invitaron a Uriburu a una misa en la Catedral no bien terminaba el protocolo civil. Contaban con la mirada celestial: Eugenio Pacelli, nombrado Pío XII para dirigir el Vaticano, era un promotor de cualquier aventura que pudiera asociarse al fascismo. Allí estaba, junto al dictador, el arzobispo José María Bottaro, un franciscano que no hacía gala de la providencial pobreza de esa orden.

Apenas dos días después de asaltada la Casa Rosada, don Hipólito Yrigoyen, con sus 78 años a cuestas y con cuatro años más de mandato constitucional por delante, era enviado preso a la isla de Martín García. La Corte Suprema de Justicia no tuvo ninguna duda de la responsabilidad patriótica que debía cumplir. Para eso estaban los supremos, para sentar doctrina en horas de confusión y fatiga. Por eso, al frente del máximo tribunal estaba el presidente de los festejos del Centenario.

Don José Figueroa Alcorta, custodio de la bandera y el himno, célebre anfitrión de la rechoncha Isabel de Borbón, hermana del mismísimo rey de España. Ese Figueroa Alcorta que hacía cumplir la Ley de Residencia, para echar anarquistas y revoltosos. Una ley pedida por la Unión Industrial Argentina, porque así no había seguridad jurídica para las inversiones. Una ley hecha por el modernista senador Miguel Cané. Figueroa Alcorta y los otros cuatro jueces firmaron un texto temerario, porque, según ellos validaban “un gobierno provisional, emanado de la revolución triunfante”. Además, consignaban que “ese gobierno se encuentra en posesión de las fuerzas militares y policiales necesarias para asegurar la paz y el orden de la Nación y, por consiguiente, para proteger la libertad, la vida y la propiedad de las personas, y ha declarado además, en actos públicos que mantendrá la supremacía de la Constitución y de las leyes del país, en el ejercicio del poder.” ¡Providencial interpretación del Derecho y de las leyes! Un texto urgente y nefasto que jamás fue cuestionado por otras Cortes y que fue usado como justificación para que todos los decretos dictatoriales adquirieran fuerza de ley y equivalieran a leyes votadas por el Congreso Nacional. Recién en estos años los tres poderes constitucionales tomaron recaudos para enterrar definitivamente esa acordada suprema.

No faltó, en ese clima decadente, el aporte de los llamados antipersonalistas, los socialistas, los comunistas. Todos pedían, en un desordenado coro anticonstitucional, que terminaran los días del “Peludo”.

EL PETRÓLEO DETRÁS DEL PETRÓLEO. “Yrigoyen nunca tuvo Senado –escribió años después Arturo Jauretche–. Por primera vez iba a tener mayoría en el Senado en 1930, entrando los senadores de San Juan y Mendoza para sancionar la Ley del Petróleo. La elección –fraudulenta, es cierto– era el 7 de septiembre. La revolución fue el 6, creo que las fechas lo están diciendo todo.” La cita, imprescindible, es retomada en la reciente Historia de la Argentina de Norberto Galasso. Por entonces, al frente de YPF estaba su inspirador y fundador, otro militar, pero nacional, Enrique Mosconi. La fiebre del petróleo recorría el mundo. Los automóviles demandaban petróleo, los aviones también, las locomotoras nuevas también. Las flotas mercantes y militares dejaban el carbón y consumían petróleo. Mosconi recorría América Latina contando cómo se podía defender la soberanía nacional constituyendo empresas estatales. Una rara avis, sólo vista ¡en la Unión Soviética! A Mosconi ya lo tenían en la mira los ejecutivos de la Standard Oil, la empresa fundada por John Rockefeller, el iniciador de la dinastía y motor de la doctrina Monroe. También los de la anglo-holandesa Royal Dutch que una década atrás había tomado el control del petróleo en México.

Uriburu, el dictador al que los liberales denostaron siempre por nacionalista, sumó como vicepresidente al estanciero Enrique Santamaría, accionista de la empresa privada Astra, ligada a la Standard Oil. “Curioso nacionalista proyanqui”, señala Galasso. Y el ministro del Interior de Uriburu, Matías Sánchez Sorondo, era abogado de la Standard Oil. En Agricultura quedó al frente Horacio Beccar Varela, síndico de Austea, una subsidiaria de la Standard Oil. El canciller era Ernesto Bosch, ex presidente de la Sociedad Rural y ex presidente de la Compañía Comercial e Industrial de Petróleo, una subsidiaria de la Anglo Persian. El ministro de Obras Públicas fue Octavio Pico, directivo de la Compañía Argentina de Comodoro Rivadavia y Petrolera Andina, subsidiaria de la Standard Oil. En vez de contar con una Ley de Petróleo, Mosconi fue echado por la dictadura. La Standard Oil logró todas las facilidades para obtener concesiones. A partir de 1930, el puerto de Buenos Aires empezó a recibir automóviles estadounidenses en abundancia.

Uriburu estuvo en la Casa Rosada menos de un año y medio. En efecto, el 20 de febrero de 1932 le entregó la banda presidencial a Agustín P. Justo, que había ganado las elecciones fraudulentas de noviembre del ’31. Tiene sentido apuntar la fecha del 20 de febrero: fue elegida para conmemorar los 119 años de la Batalla de Salta, cuando las armas revolucionarias ganaban a los realistas. Uriburu rendía un tributo especial a sus ancestros. Salvo que pervertía el sentido de la historia. Enfermo de cáncer, ese general que nunca había ganado una medalla en combate, fue a pasar sus últimos días a París, donde murió apenas comenzaba el verano francés. No se ganó una calle, como su padre, José Evaristo, en pleno barrio norte de la Capital, pero por algún extraño motivo, la Ciudad de Balcarce tuvo que soportar por décadas que la calle principal se llamara José Félix Uriburu. Un decreto municipal del 6 de septiembre de 2010 terminó con los días de la calle Uriburu y en cambio le tocó el turno al médico platense René Favaloro. Los habitantes de Balcarce, sin embargo, todavía tienen que pasar por el busto que recuerda al entorchado general.

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lunes, 18 de julio de 2011

JUANA AZURDUY, LA FLOR DEL ALTO PERÚ, por Felipe Pigna (en "Los mitos de la Historia Argentina 2", Buenos Aires, Planeta, 2005)




La lucha de las mujeres fue fundamental en la guerra gaucha. No solamente eran excelentes espías sino que algunas de ellas, como doña Juana Azurduy de Padilla, comandaban tropas en las vanguardias de las fuerzas patriotas. Esta maravillosa mujer había nacido en Chuquisaca el 8 de marzo de 1781, mientras estallaba y se expandía la rebelión de Túpac Amaru. El amor la llevó a unir su vida a la del comandante Manuel Asencio Padilla.
La pareja de guerrilleros defendió a sangre y fuego del avance español la zona comprendida entre el norte de Chuquisaca y las selvas de Santa Cruz de la Sierra. El sistema de combate y gobierno conocido como el de las “republiquetas” consistía en la formación, en las zonas liberadas, de centros autónomos a cargo de un jefe político–militar. Hubo ciento dos caudillos que comandaron igual número de republiquetas. La crueldad de la lucha fue tal que sólo sobrevivieron nueve. Quedaron en el camino jefes notables, de un coraje proverbial. Entre ellos hay que nombrar a Ignacio Warnes, Vicente Camargo, al cura Idelfonso Muñecas y al propio Padilla.
Los Padilla lo perdieron todo, su casa, su tierra y sus hijos en medio de la lucha. No tenían nada más que su dignidad, su coraje y la firme voluntad revolucionaria. Por eso, cuando estaban en la más absoluta miseria y un jefe español intentó sobornar a su marido, Juana le contestó enfurecida: “La propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, más no a los que defendían su dulce libertad, como él lo haría a sangre y fuego”.
Juana fue una estrecha colaboradora de Güemes y por su coraje fue investida del grado de teniente coronel con el uso de uniforme, según un decreto firmado por el director supremo Pueyrredón el 13 de agosto de 1816 y que hizo efectivo el general Belgrano al entregarle el sable correspondiente.
Tres meses después, en la batalla de Viloma fue herida por los realistas. Su marido acudió en su rescate y logró liberarla, pero a costa de ser herido de muerte. Era el 14 de noviembre de 1816. Juana se quedaba sin su compañero y el Alto Perú sin uno de sus jefes más valientes y brillantes.

Autor: Felipe Pigna,Los mitos de la historia argentina 2, Buenos Aires, Planeta. 2005.

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