(Selección de Adrián Tendler)
Cuando la mano de obra indígena se volvió escasa debido a los maltratos, el trabajo insoportable y las enfermedades, los españoles recurrieron a la esclavitud de las poblaciones africanas. Este era un negocio que dejaba grandes ganancias a empresarios negreros españoles, portugueses, franceses, holandeses e ingleses.
Este extracto del libro del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda, cuenta un episodio de rebelión de los esclavos que trabajaban en las tierras de los señores españoles en la zona del Atlántico Colombiano, donde están las ciudades de Barranquilla o Cartagena por ejemplo. Es una zona de grandes ríos como el Cauca o el Magdalena y toda la cultura se desarrolla en relación a estas vías navegables que conectan las diversas producciones. Un ejemplo son las balsas que pesaban hasta 10 toneladas y que los esclavos debían transportar a remo, en largas jornadas de un esfuerzo insoportable.
Pero los esclavos fueron capaces de rebelarse y huir organizando Palenques, pueblos gobernados por ellos mismos donde recuperaban su libertad y su cultura y desde los cuales resistieron la explotación de los españoles.
Bioho, el Rey del Arcabuco
Una vez con los malibúes y otras tribus exterminadas, subyugadas o acomodadas ante el poder del conquistador
español, las tierras más accesibles a los ríos y caños empezaron a ocuparse por blancos y vecinos libres, esto es, personas que no eran esclavas ni estaban sujetas a servidumbre. Pero la principal fuerza de trabajo, aquella que producía la riqueza, no fue aportada sólo por ellos, sino también por los esclavos negros.
En efecto, en la costa atlántica el derrumbe indígena fue de tal rapidez y proporciones que los explotadores españoles como dijimos antes, empezaron a sufrir muy pronto en sus transportes fluviales y terrestres, agricultura, minas y servicios, por falta de indios. Ahora, ya a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, se necesitaba de alguien que reemplazara al indígena.
Así se intensificó la cacería de negros en el África para traerlos en navios a Cartagena como esclavos, gracias a contratos (asientos) autorizados por los reyes de España
Un asiento de 1596 tuvo un efecto similar al de una bomba de tiempo: provocó la traída de Benkos-Bioho, el primer gran
dirigente negro costeño con quien se inicia el cimarronismo, la tradición del negro esclavo que ha huido de sus amos y se ha establecido libremente en lugares escabrosos. En efecto, el navio de un asentista portugués (probablemente Pedro Gómez Reynel) se acercó durante el curso de aquel año a las costas de Guinea, en el África occidental. Sus tripulantes armados procedieron a cazar negros con redes y trampas, para llevarlos, encadenados, a las sentinas del navio en el nefasto puerto de Elmina.
Allí fueron colocados, el uno al lado del otro, para rellenar según la estatura, hasta completar 237. Aunque este número no importa. Lo que contaba era el peso en toneladas: tres negros sanos y robustos, llamados "piezas", hacían una tonelada; los otros, llamados muleques, macarrones y bambos, completaban "piezas" para llegar a la tonelada. En esta forma
serán vendidos al llegar a Cartagena, uno de los principales puertos esclavistas del continente, al culminar un horrible viaje de cuatro meses en el que morirá la tercera parte de los desgraciados pasajeros.
Benkos-Bioho, rebautizado Domingo, fue comprado, según la tradición, por el capitán español Alonso del Campo, vecino de Cartagena. Era un joven "belicoso y valiente, que con sus embustes y encantos se llevaba tras de sí a todas las naciones de Guinea", decía el español don García Girón en 1621. No duró con don Alonso mucho tiempo; Domingo Bioho huyó con varios compañeros, sosteniendo que "no pueden ser esclavos por no haber sido ganados en guerra", y así se convirtieron en "cimarrones", esto es, en gente suelta, oculta o montaraz. Tuvieron mala suerte: fueron apresados y enviados a galeras como castigo, es decir, a remar encadenados en las galeotas del mar Caribe.
En 1599, Bioho reapareció en poder de otro español, don Juan Gómez, quien quizás lo redimió de aquella condena.
Cimarroneó nuevamente y con mejor éxito al año siguiente, está vez con su mujer Wiva y orros esclavos de un tal Juan de Palacios, y se refugió en un sitio cenagoso y escondido frente al mar, llamado Matuna. Allí construyó, hacia 1600, el primer palenque libre: palenque, porque se hizo con una gran estacada de madera, fosos, púas envenenadas, y trampas con huecos disimulados en los caminos que a él conducían. Como tal, se convirtió en modelo defensivo para todos los palenques de cimarrones que le siguieron, que fueron muchos y que se extendieron por todo el país, con base en la explotación comunitaria de la tierra. [B]
La noticia de la existencia del refugio de Matuna se regó como pólvora sobre la gente esclava de Cartagena y de las
haciendas cercanas, población calculada en unos 20.000 en 1621. Los negros empezaron a huir en mayor número para
acogerse al santuario cimarrón; otros se quedaron donde habitaban, pero actuando como espías en apoyo de Bioho.
El palenque de Matuna creció a tal punto que debió darse una organización social y política formal: Bioho fue proclamado
"rey del arcabuco" y la gente eligió en cabildo a sus propias autoridades según mérito y servicio. Esras formas de organización se copiaron en los palenques que fueron surgiendo después, especialmente en la zona de Loba y por Mompox, fuerte militar convertido en villa, que se desarrollaba rápidamente
como puerto y como el segundo gran reducto de la esclavitud colonial, después de Cartagena.
En efecto, los negros fugitivos de la zona de Loba y depresión momposina se habían organizado también en palenques de
agricultores y mineros. Allí se hicieron fuertes. Luego de derrotar sucesivas expediciones enviadas contra ellos por Jerónimo de Suazo y Casasola, gobernador de Cartagena, los cimarrones se fueron sintiendo tan poderosos que, en 1602,
concibieron un ataque concertado contra Mompox para soltar a los esclavos de allí, retornar todos a Cartagena, tomarse esa ciudad y seguir a Panamá, donde les esperarían varios centenares de negros que se alzarían también en armas, en un movimiento coordinado para crear el primer estado autónomo del Caribe, libre de España. Este lejano ideal no vino a realizarse sino en Haití, contra Francia, doscientos años más tarde.
Tan descomunal esfuerzo de autonomía popular llegó, por supuesto, a oídos de los españoles. En Panamá, el gobernador
Alonso Sotomayor, anticipándose al golpe, masacró a los esclavos de su distrito. De Mompox salieron las primeras
grandes expediciones punitivas hacia Loba y los ríos San Jorge yCauca.
En Cartagena, mientras tanto, el gobernador Suazo convocó a junta general en febrero de 1603, la cual decidió atacar la
cabeza del movimiento: Matuna. Se enviaron 250 soldados contra el gran palenque y su ' ' r e y " Bioho, a órdenes del capitán Luis Polo del Águila, todo pagado con contribuciones de los dueños de esclavos. La fuerza española llegó al palenque, medio lo destruyó, y regresó con algunos prisioneros y cabezas de negros, ahumadas para que se conservaran, con el fin de colocarlas en jaulas de hierro en la Plaza de los Negros, en Cartagena, como tétrico escarmiento para los esclavos que seguían en la ciudad. No lograron capturar a Bioho.
A pesar de estos ataques, los cimarrones no se rindieron, Al contrario: acelerando su acción, empezaron a hacer audaces
incursiones por el fuerte de Tenerife y más cerca de Mompox, y atacaron en 1605 al pueblo indio de Jegua; salieron también por el mar Caribe en grandes canoas para sitiar a Barú y Tolú. No había más remedio: en noviembre del mismo año el gobernador de Cartagena hubo de tendirse ante los negros, porque éstos, prácticamente, tenían ya el dominio de toda la zona del Canal del Dique, incluyendo un trayecto importante del camino real al río Magdalena. Se habían tomado el pueblo de indios de Turbana, más al norte, para evitar que los indígenas salieran en guerra contra los negros, obligados por sus encomenderos, que también eran esclavistas. Y Bioho había tenido el atrevimiento de presentarse armado de daga dorada en Cartagena, defendido por su propia guardia de negros con rostros pintados de tierra colorada y blanca, y de pasearse impunemente bajo las propias barbas del gobernador.
Por el acuerdo hecho, el humillado gobernador Suazo aceptó que los cimarrones siguieran libres, y respetó la existencia de
Matuna —y por extensión la de otros palenques— con la condición de que "no recibieran más negros huidos". No le
quedaba otro recurso al gobernador, porque en realidad se le habían agotado las municiones y las ganas de pelear, y los
dueños de esclavos y haciendas no querían pagarle más contribuciones de guerra.
La "paz" que siguió fue muy frágil. Los españoles no cejaron en tratar de matar al "rey del arcabuco" y destruir los
muchos palenques nuevos que fueron surgiendo en Tierradentro (hoy departamento del Arlántico), en la depresión momposina y en las vegas de los ríos San Jorge y Cauca. Trataron en cierta ocasión de envenenar al "rey" con tabaco molido con arsénico y botijas de vino emponzoñado. Pero sólo la traición abatió a Bioho. En una noche de descuido, en 1621 (el cronista Simón dice que en 1619), al acercarse a la Puerta del Predio, en Cartagena, Bioho fue sorprendido por la guardia de la muralla.
Sus compañeros fueron muertos y a él se le puso preso. No fue difícil convencer al gobernador de entonces, don García Girón, de que le ahorcase. Así se ejecutó, el 16 de marzo de 1621.