sábado, 18 de junio de 2011

CHANETON : "A Dorrego no le perdonaron nivelar hacia arriba", reportaje de Carlos Torrengo para "rionegro.com.ar".

Arriba : Juan Chaneton, escritor e investigador.

“A Dorrego no le perdonaron nivelar hacia arriba”

23-11-2010

Con “Una revolución es demasiado para un hombre solo” , Juan Chaneton ficciona a Juan Manuel Dorrego en su última hora de vida antes de ser fusilado por orden de Lavalle y produce así un formidable alegato sobre las miserias –hipocresías mediante- que signaron nuestra historia y se proyectan sobre mucho de nuestro presente como cuerpo político y social.

- Desde la historia existe hoy un renovado interés por Juan Manuel Dorrego. En los dos años últimos salieron tres biografías de muy buen nivel, también un ensayo sobre sus años en los Estados Unidos, y ahora usted desde la literatura. ¿Por qué Dorrego?; ¿lleva mucho perseguido por la tragedia de Dorrego?
- No sé si me persiguió, pero sí que él siempre me interesó como hacedor de historia. Hizo lo suyo -la guerra y la política- desde un nivel de calidad muy interesante. Y todo lo hizo respaldado por una sólida formación intelectual. Como guerrero no fue sólo arrojo, valentía, decisión, entrega a todo o nada, es decir no fue sólo eso que fue tan necesario, tan común en quienes lucharon en la guerra de la independencia y de ahí fueron a nuestras guerras civiles. Fue un hombre de armas que vio a las armas sólo como una instancia, no como un fin en sí mismo. Y apreció la guerra como una turbulencia que no es ajena a la ponderación profunda en materia de decisiones, tácticas…
- No es una "espada sin cabeza", como definió Echeverría a Juan Lavalle, su fusilador.
- No fue eso… Y como político, jamás perdió su convencimiento sobre la dimensión creativa que es propia de la política. Esa dimensión es, por caso, el proceso de paz con Brasil que él lidera. Es una figura que atrapa. Escribe, ama el periodismo, genera ideas, tiene humor…vive plenamente. Toda su vida, corta si se quiere, es un canto a la libertad, a la lucha por la dignidad, por la no exclusión.
- Se sostiene que la mayor expresión de esa textura cultural política fue el debate sobre la Ley Electoral, donde él denuncia a los rivadavianos de querer excluir del derecho al voto a los sectores más amplios, bajos de la sociedad. ¿Está de acuerdo?
- Ese es un momento muy intenso del despliegue de su convicción en favor del igualitarismo, pero en realidad todo el Dorrego político es muy intenso. Su denuncia sobre el centralismo porteño, los daños que esto implica para el resto del país y la defensa del federalismo, de las provincias que hace, ponen en evidencia una cabeza organizada, acostumbrada a pensar en términos importantes. En nivelar hacia arriba; por eso lo matan. Marcaba niveles de exigencia, magnitudes en sus propuestas que, bueno, dejaban mal parados a los mediocres, a los que les interesaba muy poco construir un país federal.
- Días atrás, cuando hablamos para hacer esta nota, me dijo que a la hora de escribir, siempre le atraen las víctimas. ¿Patología?
- Seguramente… sí, sí, es posible. Bueno, uno tiene derecho a andar con alguna patología a cuestas, ¿no?
- Por supuesto. ¿Pero esa elección -la víctima- tiene algún núcleo que atraiga en especial?
- Me interesan las situaciones en que unos hombres equivocados deciden la muerte de otro, sobre la base de una equivocación, pero resulta que con el transcurrir del tiempo, la víctima tenía razón. Esta recurrencia, esta constante que no es sólo argentina, me seduce.
- ¿Qué caso, a modo de ejemplo, vale desde afuera en esta constante? ¿Galileo, aunque no lo mataran?
- ¡El caso Giordano Bruno! Lo tomo, entre muchos, porque estoy escribiendo sobre él. Él es un caso paradigmático de alguien que navegaba contra la corriente, un distinto que el poder tenía que extirpar.
- ¿Dorrego no era lo distinto?
- No estoy tan de acuerdo con quienes lo definen así. Dorrego era popular, era mayoría en la campaña y en Buenos Aires. No era un ave rara, un incrustarse solitario en la política. Nada de eso. Abunda la documentación sobre su proyección. Incluso sobre cómo repercute su muerte en lo que se definía como "pobrerío". Por eso le temen los unitarios. Fusilarlo era un dictado ideológico. Desde ese dictado lo incitan por carta los unitarios a Lavalle para que fusile a Dorrego. Las cartas de Juan Cruz Varela, Del Carril, no tienen eufemismos: "Mátelo", le dicen…
- Juan Cruz Varela dice eso, pero acto seguido esconde la mano: le dice a Lavalle que cartas como esas, se queman. No quiere dejar huellas, al menos eso dice en un viejo libro, Ángel Justiniano Carranza. ¿Qué reflexión le genera si se dice que su libro es un tratado sobre la hipocresía de los argentinos?
- Si es leído así, me parece muy bien… sí, sí. Yo pondría el acento en la "hipocresía del poder". Ese poder que representa -por caso- Del Carril, "hombre fino que sabe hacer el mal sin manchar su reputación", dice Dorrego. Esa es la gente que influye sobre Lavalle. Y aquí hay otra constante de la vida argentina: los civiles operando sobre los militares. El ejército que lidera Lavalle y que derrota a Dorrego -un gobernante con legitimidad de poder- es el ejército que viene de la guerra con Brasil. Cansado, fatigado, liderado por un Lavalle que tiene una personalidad influenciable. Es decir, la constante de la presión de lobbys civiles. Abundan los ejemplos de esta constante en nuestra historia, incluso en la más reciente…
- Lavalle tiene algo de Reutemann: pueden ser pero no son. Fusila a Dorrego pero luego carga con el tema y no se atreve a ir al psicoanalista. Fue bueno con la espada en cuanto entrevero estuvo metido, pero cuando le faltaban 150 km para derrotar a Rosas pegó la vuelta. Se fue para el norte y se perdió en la historia. Reutemann, lo mismo: era bueno para la F1, ganaba, pero nunca salió campeón. Hasta llegó a quedarse sin nafta siendo primero y faltando una vuelta. Dice que sí a la candidatura a presidente, pero dice que no…
- Y… la historia la modelan, para bien o mal, los que no dudan a la hora saber que están para hacer historia.
- ¿Influyó mucho en usted el "Poema conjetural" a la hora de escribir sobre Dorrego?
- ¿Por dónde pudo influir?
- Y, por caso, cuando Dorrego siente la muerte como un acecho miserable, inmerecido. Recuerda mucho a las reflexiones de Laprida cuando está en "arrabales últimos" en un disparar de la muerte que lo acorrala.
- "Yo, que anhelé ser otro, ser un hombre de sentencias, de libros" (…) "cuya voz declaró la independencia" (…) "huyo hacia el sur por arrabales últimos" (…) "Oigo los cascos de mi caliente muerte que me busca con jinetes, con belfos y con lanzas" (…) "el íntimo cuchillo en mi garganta" (…) "al fin me encuentro con mi destino sudamericano". Mire, no sé si el "Poema conjetural", excelente por otra parte, tiene que ver con algo de lo escrito por mí sobre Dorrego. Lo que sí es palpable es que tanto en el "Poema conjetural" como en las reflexiones que le acredito a Dorrego -no busco comparar calidades, ¿eh?- está presente mucho de la tragedia que signa terriblemente nuestra historia política: la intolerancia, la práctica sistemática de la violencia… ese matar -como dice Dorrego- desde asumirse como "la patria", la única patria; justificarse desde ahí, desde los valores permanentes, que siempre son los valores de uno, no de todos… Como dice Dorrego: los "impolutos padres de familia, gentes de nobles costumbres, cultos, elitistas, ilustrados, saben sin embargo matar y esconderse en las sombras"… ¿O no es eso mucho de nuestra historia?
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
Publicado en :
“rionegro.com.ar”



 Material seleccionado por el profesor Adrián Corbella.

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