viernes, 10 de junio de 2011


Estructura de la comunidad de indígenas tradicional por Fernando Fuezalida Vollmar
Una hipótesis de trabajo
 Articulo tomado del libro de José Matos: "Hacienda, comunidad y campesinado en el Perú"
Selección de Adrián Tendler 

FERNANDO FUENZALIDA VOLLMAR

En el año 1969 el gobierno del general Velasco Alvarado llevó adelante en Perú una reforma agraria. Esta decisión política motivo que un grupo de antropólogos reunidos en el "Instituto de Estudios Peruanos", se dedicara a realizar estudios de gran calidad sobre las comunidades andinas para prever los efectos de la reforma agraria sobre su estructura y funcionamiento. 

Por proyección de los datos proporcionados por el Ministerio de Trabajo y Comunidades del Perú, sobre un total de 1,568 comunidades de indígenas registrados (Fajardo n/d) podemos, sin embargo, deducir que no menos de cuatro millones de personas - 40% de la población nacional - siguen estando organizadas en el Perú en esta clase de comunidad. En un país en el cual la agricultura es la ocupación del 60% de la población, éstas representan el 67% de las personas dedicadas a la agricultura, ocupando el 62% de las tierras cultivadas.  Según datos de 1962 la tierra bajo cultivo en el Perú cubre 1'639,537 Has.; 1'000,000 de Has. son cultivadas por comunidades de indígenas.


Las comunidades de indígenas constituyen un rasgo
típico de la sociedad rural en los Andes Centrales. Existen en Bolivia, donde son 3,779, y en el Ecuador, donde son no menos de 2,000 (Matos Mar 1965: 4), con las mismas características que en el Perú. Históricamente, han sido identificadas con el segmento aborigen de la población de esos países, que constituyó la masa de los habitantes del Imperio Incaico.

De ellas se ha dicho que constituyen "el repositorio y la célula de la cultura quechua" (Kubler 1946: 409). "Quechua", en este contexto, es un término genérico que cubre una amplia gama de variaciones locales en la cultura andina, desde las sierras ecuatorianas hasta el norte chileno y el noroeste argentino, e incluye comunidades lingüísticas tan distintas como las de los aymaras del lago Titicaca, los kauke de Yauyos y los runa-simi del Cuzco.

Mi intención en este artículo es proveer una caracterización general de la organización interna de la comunidad de indígenas andina tradicional. Las fuentes que presento son informes etnográficos producidos durante el período 1910-1966. Cubren un total de 24 comunidades, en su mayor parte en las áreas del lago Titicaca, Cuzco, Ayacucho, Huánuco, Junín, Cerro de Paseo, Huancavelica, Callejón de Huaylas y Lima.

La comunidad de indígenas peruana, es un producto de la conquista. Su constitución implica la ruptura de un sistema más antiguo de relaciones campesinas y su reorientación hacia las metas impuestas por los gobernantes coloniales.
Esas metas incluyen a nivel económico, la organización de la población incaica en grupos fácilmente manejables capaces de proveer al país con mano de obra y abastecimientos, y de pagar por su propia administración, la difusión de los valores cristianos y el mantenimiento de una separación entre los gobernantes españoles y los campesinos indígenas.

La reducción o común de indios, más tarde llamada comunidad, fue la institución creada para satisfacer todos esos requerimientos.
El contexto en el cual la comunidad apareció es el de la intensa decadencia tecnológica, la desorganización originados en cincuenta años de continuas guerras y epidemias, la deserción o destrucción de la administración incaica, y el arbitrario poder ejercido por los primeros conquistadores.

El territorio peruano está  insuficientemente dotado para la agricultura. La mayor parte es una prolongación de la selva amazónica. Nueve décimos del resto están constituidos por la cordillera de los Andes corriendo de sur a norte. Sólo queda en las orillas del Pacífico una estrecha franja desértica cuya aridez es apenas aliviada por precarios cursos de agua abriéndose camino desde los Andes Occidentales hacia el mar.

El suelo más rico se concentra en el fondo de los valles, que son habitualmente profundos y estrechos, de modo que la disponibilidad de tierra llana e irrigada está severamente limitada. En las laderas el suelo es delgado y pedregoso. Más arriba, en las punas, el hielo lo endurece hasta el punto que roturarlo con el arado indio (taklla) e inclusive con el español se hace imposible.

Los años de sequía son frecuentes con ciclos que varían entre los cinco y los veinte años según las áreas. En las mesetas en torno al Titicaca, el ciclo de sequía es de cinco a siete años. Las épocas secas sonseguidas por lluvias torrenciales e inundaciones.
El desprendimiento de laderas, durante la estación lluviosa, es un fenómeno característico y las extremas variaciones de temperatura pueden ser del orden de 20°C en 24 horas, a alturas superiores a los 4,000 metros.

La altura, determinando rígidamente los cultivos, es uno de los más importantes condicionantes de la agricultura andina, 4,000 metros es el límite para la mayor parte de las cosechas aborígenes, incluyendo las papas y muchos otros tubérculos, y también para algunos productos europeos excepcionales como la cebada. Unas cuantas variedades de papas pueden ser cultivadas, sin embargo, hasta los 4,800 metros. El trigo y la mayor parte de los productos de origen europeo se detienen a los 3,500 metros. Tal ocurre con el maíz, aunque  semillas de variedades especiales pueden ser cultivadas hasta los 4,000 metros. La coca, la caña de azúcar y el algodón tienen su límite en los 2,500 metros.

Los instrumentos pre-europeos de adaptación a tales condiciones fueron obras, en gran escala, de irrigación,andenería y almacenamiento de excedentes. La civilizaciónincaica estuvo casi completamente orientada hacia la agricultura.
Los Andes Centrales sostenían en 1525, una población de 6 millones de personas. Los andenes o terrazas fueron la solución adoptada para resolver la mala calidad del suelo, la falta de espacio y la erosión provocada por el clima.

Valles enteros fueron remodelados y escalonados de este modo a lo largo de kilómetros.
Con la andenería se combinaron obras de irrigación a fin de compensar la sequedad del clima. Los canales eran con frecuencia de muchas millas de longitud, con el óptimo gradiente, siguiendo los contornos de los cerros.

La escasez de los malos años era prevenida por medio de una red de graneros de escala nacional en la que los excedentes regionales eran almacenados para su posterior distribución.
La capacidad del Imperio Incaico para satisfacer los requerimientos de una agricultura intensiva en los Andes dependió de la existencia de una minoría técnica altamente calificada, pero también, y sobre todo, de la forma en que los recursos humanos fueron canalizados.
En el imperio incaico, todos los impuestos eran pagados en trabajo, nunca en especie. La mano de obra era aplicada al cultivo de campos especiales pertenecientes al Inca y al culto oficial pero el producto de los campos era dispuesto según el sistema de graneros. Considerables cantidades de trabajo tributario eran aplicadas a obras públicas. Secundariamente, debía prestarse servicio personal al emperador y a la nobleza y también participarse en minería, talleres y milicias.

La destrucción del equilibrio pre-europeo entre población y producción por causa de la conquista española,
tuvo los rasgos de un verdadero desastre. La  magnitud de la brecha originada entonces entre la antigua y la nueva sociedad puede solamente ser ilustrada por el hecho de que en escasamente treinta años la población se contrajo a la mitad. La población debía reducirse aún en una segunda mitad hasta 1630, y todavía en otra mitad hasta 1754.

Las recién fundadas poblaciones europeas ocuparon los fondos llanos de los principales valles, retirándolos de la producción y distribuyendo el resto entre los labradores españoles. Rebaños pertenecientes a los conquistadores, algunas veces hasta de 20 mil cabezas, invadieron los pastos y frecuentemente incluso las áreas de cultivo. Las obras de andenería e irrigación fueron abandonadas o prohibidas para el uso de los indígenas.

Con el nombre de mita el servicio laboral obligatorio fue perpetuado bajo el dominio europeo, pero los españoles aumentaron sus exigencias. Cada población y aldea en el Imperio debió entregar un sétimo de sus habitantes masculinos entre los 18 y los 50 años a la minería de Potosí y Huancavelica por cuatro meses de cada año. Para los conscriptos, el tiempo invertido en este servicio no descendió de seis meses cada vez, tenida cuenta de la duración del viaje.
Servicios adicionales se demandaron usualmente para talleres textiles, transporte de mercaderías, servicio de correos, conservación de puentes y caminos, albañilería, limpieza urbana, pastoreo de rebaños privados, abastecimiento de agua, abastecimiento de leña y servicios domésticos.
Otras demandas fueron impuestas bajo el sistema de tributo y camarico. Los camaricos fueron contribuciones en especie para la Iglesia y los funcionarios españoles. Los tributos fueron demandados simultáneamente en efectivo y en especie. Los tributos en especie debían ser pagados en productos de origen local y en productos de origen europeo como trigo, cebada, ovejas, gallinas, huevos, etc., y también en textiles, manufacturas de madera, cerámica, etc.

Comunidades

Una comunidad  es una unidad mínima de colección de impuestos y de reserva de mano de obra. Consiste en una concentración de aldeas, originalmente dispersas, para formar nuevas poblaciones destinadas a albergar entre 80 y 1,000 familias. A cada una de ellas y proporcionalmente al número de varones adultos, se le asigna una tasa anual de impuestos y trabajo.
Cada uno de los comunes fue también provisto con tierra y pastos que debían ser poseídos comunitariamente, mecanismos legales fueron previstos para mantener un equilibrio mínimo entre población y recursos.

La autoridad nacional y provincial o regional fue monopolizada por los españoles.
En segundo término, a nivel sub-provincial (repartimiento) se introdujo funcionarios ejecutivos nativos (caciques) y se les confió la recolección de impuestos y la organización de la mita. Estos caciques fueron dotados con especiales privilegios tales como la excepción  de impuestos y trabajos forzados, la posesión de tierras privadas, educación de tipo europeo, y empleo privado del trabajo indígena.

Sin embargo los caciques fueron impedidos de intervenir en la administración interna de la comunidad, a la que se le permitió conservar su autonomía en la medida necesaria para satisfacer los requerimientos económicos.

Las empobrecidas mesetas y laderas demandaban más trabajo, mientras amplias extensiones de las tierras comunales eran cultivadas con productos cuyo único propósito era el pago de tributos en especie europea. Para enfrentar simultáneamente las demandas exteriores y las necesidades de subsistencia, el campesino debió orientarse hacia los campos más ricos en los que una inversión menor proporcionaba mayores cosechas. Así, por la misma naturaleza del sistema, la comunidad resultó enfrentada a sus vecinos en una urgida competencia por limitadas cantidades de agua, campos irrigados y pastos.

La ausencia de instituciones indígenas que arbitraran las disputas intercomunales y la escasez de los bienes disputados amargaron las relaciones entre comunidad y comunidad previniendo toda cohesión contra la clase gobernante.
De este modo el repartimiento y la parroquia, en que las comunidades fueron unidas para la administración de los caciques y el adoctrinamiento del párroco, nunca pudieron alcanzar otra cosa que un débil, casi impuesto grado de integración.

Organización internas de las comunidades


Hasta tiempos muy recientes - y con frecuencia todavía hoy - los miembros de una comunidad han estado agrupados en sayas o barrios, ayllus, linajes o castas, y familias.
Las palabras empleadas para la designación de tales grupos han sido por un período muy largo una fuente inagotable de confusión.
Saya es una palabra que se refiere a particiones territoriales duales. De este modo, saya son las dos porciones de una provincia, las de un pueblo y las de un repartimiento o subprovincia.
Barrio, en su referente español original, implica demarcación territorial dentro de un pueblo, no importa si dual o múltiple. . Barrio puede ser dicho de cada una de las dos sayas, pero también de cualquiera de las más pequeñas subdivisiones de una población
Linaje y casta son términos que empleados por los conquistadores españoles como equivalentes significaron línea familiar. Cualquiera de estas palabras puede ser aplicada a niveles diversos.
 Ayllu significa en contextos diferentes: genealogía, linaje, grupo de parentesco, nación, género, especie o clase. El ayllu de un hombre es su familia extensa, pero también su linaje y probablemente su parentesco bilateral, los miembros de su comunidad, la gente de su provincia, etc.

El caso típico, claramente ilustrado por la mayor parte de las comunidades del Perú central es el de una neta distinción entre la comunidad como conjunto, las dos sayas cortando la comunidad en mitades, y luego cierto número de ayllus componiendo cada una de las sayas.
Los ayllus  ocupan porciones claramente limitadas de la población. Están compuestos de castas  y éstas, a su vez, de familias extensas.
La identificación de los miembros de una casta se hace por el empleo del apellido paterno. Está prohibido el matrimonio con miembros de la propia casta y también con los de la casta materna por las siguientes cuatro y, a veces cinco generaciones.

La tierra pertenece a la comunidad como conjunto y es anualmente reasignada a cada jefe de familia en proporción al número de sus dependientes, haciéndose en cada oportunidad asignaciones adicionales para satisfacer las necesidades de los recién casados.

Como las mujeres no heredan tierras, en caso de viudez deben devolver las parcelas de sus difuntos maridos para que sean reasignadas por la comunidad. Para el sustento de las viudas y los huérfanos, cada ayllu ha mantenido tradicionalmente parcelas comunales explotadas por trabajo colectivo.

El conjunto de estas relaciones son conocidas con el nombre de parentela. El conjunto de los miembros de un ayllu tienden a estar emparentados. La vecindad y el parentesco ficticio por compadrazgo refuerzan los vínculos dentro del contexto de la parentela.
Dentro de cada grupo familiar, los ancianos se convierten  en focos de extensos sistemas de relaciones que tienden a desarmarse luego de su muerte y que deben ser reforzados o reconstruidos en cada generación.
Los vínculos del parentesco son utilizados no solamente en crisis vitales tales como la muerte o la enfermedad sino, además, de modo periódico en el contexto ritual, y en la vida diaria dentro del contexto de las actividades económicas.

El ayni (es lo mismo que el Waje-waje) y la minka  son prácticas  fundamentales en la economía de las comunidades. Ameos términos designan obligaciones de intercambio de trabajo.
La primera de estas prácticas, el ayni  constituye un intercambio en base a la equivalencia de jornada-hombre por jornada-hombre, pero puede ser extendida a una más amplia área de asistencia mutua incluyendo el préstamo de herramientas, semillas y hasta dinero en efectivo. El ayni es practicado en el trabajo diario entre la más cercana parentela de un hombre y conduce a la formación de grupos relativamente estables que alternan su trabajo de parcela en parcela.
 La minka constituye una forma de cooperación colectiva otorgada a un individuo sin retribución económica. La minka opera con menor frecuencia. Moviliza extensos grupos de parientes para la construcción de una nueva casa o el laboreo de las tierras de un anciano o un inválido.

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